Durante los peores meses de la pandemia, cuando nos tuvimos que encerrar en casa, se nos dio vuelta un espejo y nos llevó a revisar la relación con nosotros mismos, con los más cercanos y con la lista trascendente de aquello que realmente nos importa en la vida.
Esta situación –poco conocida por nosotros que hemos vivido hacia fuera– no ha sido fácil. Nos llevó a preguntarnos –a muchos por primera vez– sobre el valor de la vida, sobre nuestro futuro, nuestros estados de ánimo y nuestras relaciones.
Para variar, he encontrado en Heidegger una forma de interpretar esto que a algunos nos pasa, en épocas de soledad y límite a los estímulos exteriores a los que siempre hemos recurrido.
¿Qué es el aburrimiento?
Desde un punto de vista cotidiano tendemos a pensar que el aburrimiento es algo que aflora en ciertas situaciones de nuestra vida, especialmente en situaciones que se nos empiezan a hacer pesadas e insoportables. Según Heidegger, el aburrimiento tiene la peculiaridad de irnos sumiendo lentamente en el más completo de los vacíos y además nos cambia nuestra relación con el tiempo, porque se nos alarga el tiempo de espera. Y justamente, en alemán, tedio o aburrimiento se dice: Langeweile, cuya traducción literal quiere decir: “largo rato” .
Formas de aburrimiento
Imaginemos a una persona que está sola en una estación en medio de la nada, esperando la llegada del próximo tren. No hay nadie con quién conversar, no hay un lugar donde comprar revistas, ni un bar donde tomar un café. Perdió su celular y no puede chatear o llamar a nadie. No tiene un libro, ni hay música ambiental. Podría cerrar los ojos, imaginar su trabajo del día siguiente, o recordar hechos familiares. Es posible que en algún momento abra los ojos y decida caminar, y revisar con detenimiento detalles de la estación, y volverá a hacerse preguntas sobre el tren. Buscará mirar la hora en algún lugar y matar el tiempo de alguna manera. Porque lo que sucede lo enfrenta a una realidad: su relación con el tiempo. El “Langeweile” comienza a estirarse con monotonía.
Los tres tipos de aburrimiento
1. Aburrirse de algo.
En la primera forma de aburrimiento la persona se siente arrojada a un vacío, y se manifiesta su relación con el tiempo. Ese tiempo es un intervalo.
2. Aburrirse en ocasión de algo.
En la segunda forma de aburrimiento el tiempo es un instante extendido, mientras esa situación no se termine. En algún momento el tren llegará, o el evento llegará a su fin.
3. Aburrirse sin más.
En este caso el aburrimiento se encuentra anclado en el horizonte del tiempo: interminable, se alarga y se alarga hasta el nivel más profundo de aburrimiento. Este es el verdadero significado de la palabra alemana Langeweile. Y entonces los seres caen en tal indiferencia que hasta pierden la conciencia de sí mismos, y dicen: “Uno se aburre”. Ni siquiera hay conciencia para decir “Yo me aburro”.
¿Cómo aprovechar el aburrimiento?
Pero el aburrimiento puede ser un maestro. Nos pone frente a la posibilidad de vivir una experiencia pura del tiempo y a que tomemos conciencia de la posibilidad de abrirnos al mundo. A ese al que podemos acceder desde la curiosidad y el asombro y alegrarnos y descubrir todo un mundo nuevo aún a través de mirar con ojos predispuestos.
Estudios realizados por distintas universidades han demostrado que el aburrimiento es una fuente poderosa de creatividad y productividad pero para que surjan es necesario que las personas tengan curiosidad y sean capaces de aprender y de controlar sus emociones; así, la mente aburrida buscará vías de escape que culminarán en soluciones inesperadas para un problema.
Peter Toohey, autor de Boredom: A lively history, asegura que el aburrimiento puede ser una emoción valiosa y fértil: “En un sentido darwiniano, es una emoción adaptativa diseñada para prosperar, es la antesala de la creatividad”.
La vida no es aburrida, las cosas no son aburridas, somos nosotros los que nos sentimos así porque no sabemos con qué “matar el tiempo”. Este intervalo creado, que ha sido la pandemia, o cualquier otro intervalo parecido en nuestras vidas, puede ser aprovechado para reflexionar sobre nuestra relación con el tiempo, sobre nuestros estados de ánimo más vitales y cómo nos predisponen a la afectividad, a los otros, a lo desconocido. Miremos la vida con otros ojos y analicemos dónde podemos incluir nuestros sueños y cómo podemos resolver nuestros problemas. Volvámonos a asombrar redescubriendo con ojos nuevos el mundo que vivimos.
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