Todo en la vida, y casi sin excepción, tiene un estado de impermanencia. Es decir, todo está en continuo cambio, nada es para siempre, ni aquellas cuestiones en las que nos van bien en la vida ni en aquellas que nos va mal. Por lo tanto, no es la impermanencia la que nos hace sufrir sino el deseo de que las cosas sean permanentes es lo que nos interpela, bloquea o detiene.
Cuando damos por hecho que algo es como es, se pone en juego la expectativa. La expectativa es quien nos proporciona dirección y nos pone en acción y, aquí, es cuando nuestra expectativa podría proporcionarnos salud o un gran dolor de cabeza.
Nos quita la salud cuando le exigimos a la vida, a nuestros proyectos o a una persona, que sea exactamente como lo habíamos imaginado según nuestras exigencias, pero nos revitaliza y empodera cuando aceptamos su transformación. Si bien, a este parámetro, lo podemos aplicar para cualquier cuestión que experimentamos, lo quiero capitalizar para abordar un tema bien especifico llamado «coaching deportivo», ya que pareciera no estar tan claro para el mundo del coaching y del deporte.
El Coaching Deportivo desarrollado por la Asociación Hispanoamericana de Coaching Deportivo (AHCD), proviene del mundo del deporte y la actividad física. No es coaching intentando adaptar el deporte al coaching, sino que toma del Coaching, de las Neurociencias, de la Educación Física, de la Programación Neurolingüística, de las Ciencias Sociales y Humanas, sus fundamentos conceptuales y prácticos, obteniendo una propuesta con identidad propia.
¿Qué es el Coaching Deportivo Profesional?
Es una disciplina deportiva desarrollada por profesionales del deporte, que presenta un proceso de aprendizaje en el que habilita, al aspirante, a obtener un sustento práctico y teórico multidisciplinario, logrando acompañar de manera eficaz los procesos del alto rendimiento deportivo.
Impactando, de manera absoluta, sobre el criterio de implementación de herramientas. Estas herramientas de entrenamiento, formación y de conversaciones inteligentes, logran promover no solo el autodesarrollo del atleta y de todo profesional o agente deportivo, sino que entrena y crea un contexto adecuado para una mayor evolución, prevención y empoderamiento, a través de la psicoeducación y el aprendizaje por desafíos.
Mientras que el coaching desde la visión de FICOP o la ICF, en el inmenso aporte social y profesional que realizan, sostienen cero direccionamientos en sus sesiones y trabajan con un emergente que presenta el coachee en cada sesión; el proceso en coaching deportivo no solo contempla sesiones de conversaciones inteligentes (como lo es también la propuesta del coaching ontológico), sino que, a la vez, estará conformado por sesiones específicas de entrenamiento puro y de formación.
El desarrollo de la inteligencia emocional, el entrenamiento mental respecto a su percepción, y las capacidades comunicativas y vinculantes, conforman una gran parte del entrenamiento invisible de todo deportista, equipo o líder que quiera llegar a un buen puerto.
La eficacia del coaching ontológico es trabajar en la facilitación del cambio de observador del coacheé, y este objetivo también lo sostiene el coaching deportivo, pero con otro formato. Formato que se ajusta a los requerimientos y realidad del deporte en sí y, sobre todo, del deporte de élite.
Ni el coaching ontológico es mejor que el coaching deportivo, ni el deportivo es mejor que el ontológico. Se complementan, y para hacerlo tienen que ser necesariamente distintos, aunque los una la misma misión. Ambos se ocupan de públicos con contextos sociales, aspiraciones y encuadres específicos. Por lo tanto, para lograr la máxima eficiencia en su tarea, se hace vital y transversal comprender de manera basta esos mundos, y procurar herramientas y criterios adecuados para lograr nuestro cometido.
Hay veces que observo una cantidad de coaches no profesionales, es decir, que solo han adquirido la certificación pero que nunca se profesionalizaron, y se transforman en formadores y según sus expectativas, el coaching deportivo no puede tener identidad propia, sino ser una especialización del coaching ontológico, y brindan formaciones de coaching deportivo alzando su voz para lograr convencer por pura fuerza, pero con desconocimiento total respecto al campo de acción. Conocer las necesidades del deporte no es solo tener un hijo o hija deportista, practicar un deporte o ser coach.
Quizás esto ha venido siendo así, y a pesar de que el mundo del deporte les abre la puerta, al poco tiempo la cierra, ya que no se trata de dar un taller y mucho menos tener la tarea de motivar a los deportistas. Es lograr la adherencia, la disposición adecuada, trabajar sobre el foco atencional, la dinamización de los equipos y la construcción de los mismos, la adecuación de roles y el liderazgo, entre decenas de otras tareas. Y para ello, no solo necesitamos de conversaciones inteligentes y de coaching ontológico, sino de otras ciencias, disciplinas, parámetros y criterios que ofrece la formación en coaching deportivo.
Quizás, hasta los profesionales del coaching crean que su preparación es suficiente para acompañar a la selección argentina, uruguaya o brasileña y facilitar a esos equipos, o a Messi, Neymar o Luis Suarez, o a sus directores técnicos, pero deberían recordar que la impermanencia en el mundo del deporte corre a la par del avance tecnológico, por dar una analogía, y que para acompañar a estos dioses hay que sostener más que una conversación inteligente y conocer sus reinos.
Cada zapatero a su zapato, como cada balón a su deporte y cada coach a su público objetivo.
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